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La técnica del injerto en cultivos hortícolas ha tenido, desde hace poco más de 20 años, un crecimiento espectacular. Hasta entonces estaba restringido a países del Extremo Oriente, Japón y Corea. Ahora raro es el país en que no se utiliza y una gran parte de los tomates y sandías que se comercializan en Europa proceden de plantas injertadas.
La Biblioteca de Horticultura tiene disponible a la demanda el artículo "el injerto del melón" de los autores Alfredo de Miguel y Francisco Camacho. El índice de contenido del artículo trata de la 1) situación actual del injerto; 2) contesta a la pregunta de ¿en qué consiste el injerto? y para ¿qué se utiliza el injerto? ; 3) la unión del injerto; 4) compatibilidad; 5) el control de patógenos de suelo; 6) los portainjertos; 7) métodos de injerto; materiales e instalaciones; 8) métodos de injerto; 9) materiales e instalaciones; 10) comparación de los métodos de injerto y cómo se cultivan las plantas injertadas.
La prohibición del Bromuro de Metilo como desinfectante de suelo, a causa de su poder destructor de la capa de ozono, fue el detonante para el desarrollo de esta técnica a gran escala, aunque en la actualidad, la no autorización del empleo de otros fumigantes químicos, que hasta hace unos años se utilizaban asiduamente en el suelo, está empujando a muchos de los productores de hortalizas a utilizar el injerto como sustituto o complemento a otros medios de desinfección de los suelos.
Esta tecnología hortícola se puede utilizar con otros propósitos, además de la prevención de enfermedades y evitar la fatiga del suelo: aumento del vigor de las plantas, incrementos de producción, ciclo de cultivo más largo, tolerancia a estreses abióticos y aumento de tamaño del fruto. Actualmente existe un gran interés por parte de investigadores y cultivadores de melón en desarrollar y mejorar esta técnica.
Mientras que la utilización del injerto de sandía es casi absoluto en las principales zonas productoras, el de melón, con una problemática fitosanitaria parecida, es mucho más reducida, debido la existencia en el mercado de variedades con resistencia a algunas de las enfermedades que se evitan con el injerto y también a los problemas de compatibilidad que presentan algunos tipos de melón con los portainjertos más utilizados y, por el aumento de tamaño de fruto que normalmente produce el injerto, que en algunos casos deprecia el producto. Este último aspecto, el aumento de tamaño del fruto, negativo en algunos mercados y tipos, como es el caso de “Europa y los melones Galia” es positivo para mercados como el “estadounidense y los melones cantaloup americanos”.
El empleo del injerto en diversos países es muy variable. En Japón se producen anualmente 500 millones de plantas injertadas (solanáceas y cucurbitáceas). En un 10% de ellas el injerto se realiza mecánicamente. En USA, se producen 40 millones de plantas de tomate injertadas, para cultivo hidropónico y unas 400.000 plantas de sandía. En México, en la actualidad, se están injertando unos 35 millones de plantas (unas 2000 ha) de tomate, fundamentalmente para evitar problemas de Fusarium (Fol, raza 3), 4000 ha de sandía y 250 ha de melón. En Corea es donde el porcentaje de plantas de melón sobre el total de las cultivadas es más elevado, ya que supera el 90%. En Japón apenas llega al 40% y en el resto de los países, incluida España, es aún menor.
Los autores en sus conclusiones dicen, “el injerto sobre patrones resistentes es un recurso que permite, en muchas ocasiones, hacer frente a los patógenos de suelo de forma eficaz y ecológica, sin contaminar el producto ni el medio ambiente. No debe emplearse de manera exclusiva, sino que se debe combinar, en una buena práctica agronómica, con otras técnicas destinadas al mismo fin. Cuando se utiliza el injerto, es conveniente emplear estrategias adicionales destinadas a reducir el nivel de inóculo en el suelo”.
Información relacionada
El injerto del melón. Documento disponible a la demanda en la Biblioteca de Horticultura; 31 páginas, enero, 2015
5 Euros
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